Itineraria de reflejos, lírica y melancólica, dejo parte de mí en cada paisaje que visito, pero no hallo donde quedarme.. empapado, continúo mi camino, a donde quiera que dé.

el silencio es alambre de espino entre niebla
las vacas pastan en tierra yerma
el dolor de las raíces entristece las ramas
una lágrima no da para regar una maceta, pero inunda una vida

.

mi espíritu arrodillado en lágrimas de emoción
un alma niña y bella contándome con humilde generosidad quién soy en este preciso instante, dos miradas limpias y sinceras, cercanas (apenas un paso), un camino celebrando una vereda, un río recibiendo un arroyo, tras los remolinos y recodos
dos niños viejos compartiendo un antiguo juego
no sé abrazar tanto, no sé abrazar más, y sin embargo, necesito hacerlo
-me alegro de lo tuyo.
y si, en este momento, mi alma alcanza a entender cuánto debo alegrarme de lo mío, de mí

a Laureano

rozar la piel de la vida
en una caricia
sensual
lánguida
como una danza que sentimos eterna
sabiendo que ha de acabar

.

La mañana, aunque soleada,
es fría.
El ocre de los árboles
que aún conservan sus hojas
brilla con especial encanto
en este sol de otoño.
Nueve ancianos juegan a la petanca
en la sombra,
a escasos metros un indigente
viste el aire que le rodea
de resignación.
Me siento junto a la cascada,
por ver si su murmullo oculta
el zumbido continuo del tráfico,
pero el repiqueteo
de los operarios junto a la marquesina
termina de hacerlo imposible.
En la biblioteca,
como protegidos por una urna,
las expresiones son relajadas,
el ritmo quedo.
En el banco
junto al que seis adolescentes comparten vicio,
una señora suspira
ante dos imágenes de Kirk Douglas
en el diario,
una de ahora, otra de entonces
(quizá recuerde su propio aspecto
cuando la estrella filmó Espartaco).
Un longevo matrimonio
decide que ya es momento
de finalizar el reposo,
él empuja la silla con cariño,
la expresión de ella
muestra el dolor
que la vida le causa.
Dos georgianos se sientan a mi espalda
(mármol, a cuatro grados)
con su arrastrada conversación,
uno trae bocadillos, el otro cervezas.
-¿Ya bebiendo?
Les comenta un chico de rasgos latinos
que se dirige a la terraza.
Un hombre
abrigado hasta la exageración
deja que su mirada se pierda
mientras la mujer
que cobra por cuidar de él
habla por su móvil de última generación.
El trasiego de peatones es
constante,
como un flujo nervioso.

Es sólo un instante en un rincón
que la arteria de la ciudad cruza,
pretendiendo que no olvidemos
cuál es su ritmo.
Pero se equivoca.
Bajo este ancho cielo,
nosotros también somos
pulso.
Lesseps, Barcelona
llevo unas semanas
enfrentando algunos miedos
(de esos pequeños, que sabes estúpidos,
pero que te crean
como un agujerico en la entraña)
y el resultado ha sido
la aparición de otros más grandes
y fieros
(supongo que entre los miedos
también hay capos
y se esconden tras sus secuaces)

ahí estoy, apretando dientes
me pregunto
qué sienten los niños
al ver que los titiriteros
son detenidos
Mi querida Hikari

Arrodillado, dejó el estuche en el suelo. Respiró lenta y profundamente, como quien fabrica conscientemente un suspiro. Entrecerró los ojos, bajó la cabeza.

Nunca me fue tan difícil coger la pluma. He de decirte adiós, y no quiero. Más allá de perderte, me angustia saber cuánto sufrirás por mi ausencia.

Recorrió con la mirada, detenidamente, los símbolos que representaban a su familia. La herencia. Quien él era, representado en los que habían sido antes que él. 

No hay otro camino. ¿Qué legado dejaría a mi hijo?

Abrió el estuche, y contempló la que durante mucho tiempo había sido símbolo de respeto, de admiración. Incluso, de temor.

Te he fallado. Siento que te he sido desleal, porque debí haber estado a la altura.

Se desnudó de cintura para arriba, con la solemnidad de quien se viste para la más sagrada ceremonia.

Me voy con ese dolor.

Empuñó la espada y dirigió la punta hacia su estómago.

Tu amado esposo,
Kemuri
Sonrío
este viento frío
que me sabe a hogar,
el sol tibio y tímido
como una caricia
prudente.
Sonrío
el vagabundo tomando café
en la máquina del metro
con un amigo,
la calma abandonada
de domingo.
Sonrío
saberme solo.
Y solo,
sólo sonreír
las sonrisas que no provoco,
las miradas que no me miran,
los abrazos que no me corresponden,
las ausencias
tan presentes.
Sonrío
deslavazado y ajeno
a veces,
conmovido e implicado otras.
Sonrío
el blues de los niños,
la poesía de los ancianos,
la tregua del guerrero,
las mentiras que me cuento.
Sonrío al enemigo
en el espejo
(te voy cogiendo el truco,
que lo sepas).
Sonrío
porque es lo que me queda,
sonreír.

Y liarme a hostias
con las sombras que me estorban
¡Que tengo luz!
¡Y ya toca!
Día y medio llorando.
No por ciento cincuenta civiles asesinados, eso pasa cada día, he aprendido a vivir con ello.
Por la reacción.
Por nosotros.

Hoy siento mi esperanza en el ser humano
resquebrajarse.
Y sólo me nace un NO.
El NO más grande.

Qué fácil es hacernos creer que existe un enemigo
y que es el malo.
Qué sencillo dibujar un trapo para que embistamos.
Tan sencillo que parece que
lo estuviéramos deseando...
lavar nuestra conciencia en la miseria ajena
(como si sólo pudiéramos mirarnos bien
forzándonos a creer que hay otros
peores que nosotros).

Espero poder curar
también
esta herida.
El tañer de campanas
clamó arrebato
y los pechos henchidos
de orgullo y sinrazón,
como algo visceral
que formara parte
de sus propios genes,
lloraron al unísono
de rabia.
Hubo concentraciones,
declaraciones,
desproporciones,
despropósitos.
Mientras la aldea
asentía bulliciosa,
se llenaron los despachos
de crespones
de todos los colores.
Elevaron su grito
los plañideros,
los guerrilleros,
los mercenarios,
los falsos.
Provocaron
al perro asesino
hasta que mordiera,
buscando satanizar
al mismo diablo,
y el perro loco
ciego, insano,
volvió a morder.
Y el tañer de campanas
clamó arrebato...
Los lunes
me permito morir.
Sin rabia,
sólo dejándome
caer.

Algunos martes,
resucito.
Tu mirada dice mi nombre,
dice ahora,
dice
ven.

Y voy.

Tu sonrisa es a donde pertenezco
y a ella me dirijo.

Dejamos caer como perlas
los suspiros,
enlazados en un collar
del que formamos parte.
Desaparece el mundo,
total, para qué.
Somos sólo piel.

Te recorro de pensamiento,
palabra...
obro
y no omito nada.
Te abrazo
como a la parte de mí
que ya eres.
Te amo.
No soy capaz de sentir
nada más
en este momento.
Cuéntame
qué secreta pasión
esconde tu mirada,
a qué la rabia.
Dime
al oído, despacito,
qué herida no curas,
para qué frío no hay manta.
Muéstrame
el paisaje de tu almohada,
qué hace que te sientas
tan nada.
Revélame
la puñalada,
quién dibujó la cicatriz
que viste tu espalda.
La primavera
es una niña perdida,
el otoño
cada mañana,
el verano
dar la espalda a quienes somos
y el invierno...
tu ausencia entre mis brazos.
El sol cae sobre el edificio de la bolsa, y aún acaricia media fachada del bingo.
Hoy hace cinco años que estaba aquí mismo sentado, y decidí tirar lo poco que me quedaba de vida a un contenedor.
Ahora, con medio poema por hacer y unos zapatos viejos, sonrío sereno.
A veces me cuesta resumir un día, no sé hacerlo con un año... imposible con cinco.
Dientes de sierra. Más arriba y más abajo que nunca (y más hacia los costados también).
Parece toda una vida y, sin embargo, siento que aún estoy a las puertas de quien quiero llegar a ser.
Siempre en el camino sinuoso, tropezando, celebrando...
Intenso. Ha sido el lustro más intenso de mi vida, y también el más fructífero, en lo que de verdad importa.
Lo que me hace pensar que lo que ha de venir merecerá la pena.
Tengo mimbres más que suficientes, sonrisas y abrazos para construir puentes, puertas abiertas.
Y aunque a menudo me he defraudado, siento que he aprendido de mi bagaje, y algo me dice...
Alas y raíces...
Saber que tengo a dónde ir, y a dónde volver.
Y que esté donde esté, seré.

Sé que vienen años de grandes emociones, alegres y tristes.. y lo que más me gusta es que siento estos años frente a mí como una gran incertidumbre.
punto cero, Bilbao

.

Un tranquilo silencio sobrevuela las calles. El barrio se despereza poco a poco, aunque hace ya tiempo que ha amanecido. Las fachadas, los adornos,las palomas, el suelo húmedo... todo parece ir recuperándose, a ritmo de domingo, del ajetreo de anoche. Tan sólo los empleados de limpieza y algún repartidor marcan el acelerado latido de ciudad. En la única terraza abierta, un hombre escribe una nota con sonrisa lánguida, mientras parece observarlo todo con distancia, o detenimiento.
El eco de seis campanadas recae sobre la piedra, herida de tiempo y viejos odios.
Van desfilando turistas, como moscas distraídas que las palomas observan curiosas. Cuando desaparecen, el ritmo vuelve a ser lento.
Dos chicas de melena rizada parecen comprender el lugar, y quedan un tiempo apoyadas en la pared, en silencio.
Un africano, sentado en la fuente, afina su nueva guitarra, de la que pronto deja escapar melodías breves, frases sueltas.
Al de un rato, solos él y yo en la plaza, hace volar canciones de su tierra, sólo para él, y la piedra.
Caen
como alfileres,
que no les importa dónde hieren,
caen.
Como uñas
arañando la pizarra
caen.
No tiene sentido
intentar impedírselo
han decidido caer
y caen.
Nosotros,
que sabemos lo que es
morir,
sonreímos la ocurrencia,
como quien sonríe
a un cachorro que pide comida
o a un niño
que la escupe

.

Morir atropellado
por los sueños
de quienes esperaban de ti
más
de lo que podías darles.
Sueños hijos de un surco
donde no cayó semilla.
Pedir perdón,
en un penúltimo flagelo,
por no querer
corona ni medalla,
por no entrar a la lucha
que les conceda el mérito
de ser
quienes te aplauden.
Por no estar a la altura,
no ante ti,
ni siquiera ante ellos,
ante los ajenos
a quienes pretendían mostrarte.

Volver a caer
en la misma maldita trampa
con la que nos llevan engañando
tanto tiempo:
el qué dirán.

El viento zarandea las ramas como una escaramuza rebelde, una holandesa se recoloca el fino vestido, de un rosa pálido como su expresión.
Es un viento cachorro, travieso, de vez en cuando se arrebata y hace sonar las persianas.
Arriba, un tipo flaco apura una última calada mientras parece sonreír a las primeras nubes que ve en mucho tiempo. Parecen bebés... a ver si es verdad, y lloran esta noche.
Gràcia
No quiero librarme
de nada.
Quiero
lanzarme contra las paredes
a la carrera
y que reboten ellas.
Quiero cruzar el abismo de un salto
al segundo intento.
Quiero romperme.
Una y otra vez.
Y no buscar los trozos,
que nazcan nuevos.
Quiero abrasarme.
Más profundo que la piel.
Quiero ser
madera húmeda,
tierra.

Quiero volar...
Todos los matices
del negro
en un sólo golpe.
Todos los no.
Los quizá
pero, al final
no.
Todas las cenizas,
todos los miedos.
O quizá
no querer reconocer
quién soy.
No quién fui,
quién soy.
Así de triste.
Tan dolorido.
Silencio.
Que ninguna palabra estorbe
lo que sólo un abrazo
puede explicar.
Silencio.
Me mata,
pero no es tan grave,
ya me han matado
otras veces.
Silencio.
Que todo sea
lo que haya de ser
o lo que buenamente
pueda.
Y seguir.
Siempre hay que
seguir.

.

Hoy los pájaros gritan al amanecer un poco más fuerte, como si éste regresara de un largo viaje.
Este frío húmedo
forma parte de mí.
Este verde intenso,
todos los verdes,
están en mí.
Esta tierra oscura,
la hierba en la piedra,
mi sonrisa triste,
mi lejana mirada...
son en mí,
como el sol retirando la niebla
en la mañana,
los abrazos que sé
o el camino que hoy
he elegido.
Subamos la montaña
con nuestras breves antorchas,
no traeremos el día,
pero lo agradecerá la noche.
Aparquemos la pasión,
el arrebato,
vamos a sentarnos
y mirarnos a los ojos.
Arriad las banderas,
desvestid los santos,
amémonos serenos
hasta emborracharnos.
Que canten los niños
si quieren, distraídos,
que cada tarde es su tarde,
pero las noches son nuestras.
Enseñadles canciones
y juegos donde no compitan,
que de sonrisa a sonrisa
se den la mano,
que aprendan la palabra
amigo,
será un buen principio.
Y que a tus ojos
crezca mi orgullo,
que cuanto más me miras,
más me gusto.
Muévete,
víctima y verdugo,
autocomplacencia.
Despierta,
la semana ha comenzado
y has de soñar el sueño
que te dictan.
Ahora!!
Coge tu número y ponte a la fila.
Oculta tu nombre
y tu rostro.
No abras ventanas
a tu alma,
el viento es frío y gris,
sucio.
Escóndete
en la mansedumbre.
Aprende a decir sí,
siempre,
no pienses, no sientas,
hasta que no te importes.
Camina al ritmo de los dóciles.
Invierte, sólo el futuro
cuenta.
Y para el presente, consume
y nunca leas
la letra pequeña.
Apuntes de carretera: existe un río llamado Madre.

.

Hoy, al asomarme al balcón, chispeaba. A medio puro, ha dejado de llover, y los pájaros han comenzado a gritar, como un coro de vítores.
Gràcia, 16 de Abril de 2015